Evangelizadores lúdicos

Últimamente esta de moda intentar inculcar tus hobbies, en ocasiones con pico y martillo, a tus semejantes; y evidentemente, los juegos de mesa no podrían quedarse fuera. He notado que casi todo el mundo (por suerte no entro en este subconjunto) se ve en la necesidad de tener que difundir sus aficiones, y eso que han descubierto de positivo, encantador y encandilador, de los juegos de mesa. Tienen una necesidad imperiosa de colocar los juegos de mesa en la parte más alta de la pirámide de su ocio inteligente, y demostrar de alguna forma que su afición es la mejor. Muchos piensan: «si es bueno para mi y me divierto, tiene que ser igual para el resto».

La espiritualidad, el espíritu, la fe, es la fuerza radical que mueve a la persona a tomar las grandes decisiones, y los juegos de mesa actúan como envolvente. Hay que adoctrinar a los nuevos indígenas urbanos y neófitos con una forma diferente de afrontar su tiempo libre de la que están habitualmente acostumbrados. ¿Pero hemos aprendido algo de los misioneros y evangelizadores del siglo XVI? ¿Qué ha sido de Hernán Cortes y sus matanzas?

Para los aficionados que viven esta nueva espiritualidad jueguil el predicar o difundir los juegos de mesa, no es «indoctrinar» o transmitir una ideología, sino mostrar el amor entrañal e insondable que tienen hacia una de sus aficiones. Esta teología o doctrina está más allá de la pura razón. Para ellos es hija de la fe, y algo que emana bondadosamente de su interior. Para predicarla de verdad se necesita amor y tiempo gratuitamente entregado. Y digo yo, ¿qué obtiene un evangelizador lúdico a cambio? La respuesta es, NADA. Ni siquiera satisfacción. Todo son trabas, problemas y malas caras. Y me explico:

Sinceramente, yo no me veo en la tesitura u obligación de tener que adoctrinar a X personas a lo largo de mi vida para sentirme realizado como persona. Y en el caso particular que nos ocupa, a mi lo que me gusta es jugar (o en todo caso descubrir nuevos juegos) no difundir nuevos juegos o enseñar a jugar a otras personas, y parece ser que en los últimos tiempos esto es algo obligatorio.

Yo juego por disfrute personal no para divertir a los demás. Y tampoco tengo un espíritu didáctico o divulgativo, así que supongo que soy mucho más egoísta que todo eso. Y es más, y esto va a sonar muy duro, pienso que los aficionados están haciendo mucho más de lo que realmente piensan, y que en cierta manera, no entiendo porque lo hacen; y mucho más, a hoy en día, cuando considero que la difusión tendría que correr a cargo de la parte interesada, o dicho de otra forma, de la parte que obtiene beneficio directo (monetario, se entiende).

El mundo está lleno de hipocresía y de hipócritas. No sólo haces el trabajo de otros desinteresadamente, molestándote en cosas como traducir eso que no hacen porque no te tienen ni siquiera en cuenta, en elaborar faqs con preguntas y respuestas de esa basura de reglamentos que editan, de crear ayudas de juego y resúmenes que faciliten la comprensión y la jugabilidad, de adaptar un juego para que personas que no sepan un idioma no nativo fluidamente puedan jugar, responder a preguntas en foros de aficionados o emplear tu tiempo evangelizando a otras personas. No es que solo no te lo agradecen, es que encima actúan ruinmente y haciendo uso de la «cacicada» solo te ponen pegas. A veces me pregunto, ¿por qué estamos haciendo publicidad gratuita de unos juegos sin recibir nada a cambio? La gente que trabaja en muchas cosas no lo hace por placer, lo hace por dinero. Y voy mucho más lejos, al mínimo problema algunos demuestran cual es la verdadera razón de su existencia. Se resume en DINERO. El aficionado les importa «literalmente» una puta mierda.

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3 thoughts on “Evangelizadores lúdicos

  1. Tiene gran parte de verdad lo que comentas, pero hay que tener en cuenta…que muchas veces faltan los amigos y siempre que conoces a una nueva amistad con potencial…quieras o no vas a sacar tu biblia…

  2. Tienes parte de razón y parte no. Si te implicas demasiado quizás la tengas, pero yo enseño los juegos de mesa porque simplemente no tengo con quién jugar. Y no me parece mal, de vez en cuando, organizar actividades para enseñar los juegos, sobre todo en sitios donde son casi desconocidos.
    Una barbie te cuesta 25-30 euros. ¿Qué juego le puedes comprar a un niño por ese precio? Muchísimos y muy buenos y además inculcan otros valores. Reducirlo a que sólo hay que buscar lo lucrativo es simplificarlo demasiado.

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