Austercita
encarcelada
Armó el brazo del visor ocular, reguló hábilmente el manómetro y miró fijamente al sujeto.
BR - No se preocupe, son preguntas rutinarias. No tiene nada que temer si es usted humano.
Austercita - ¿Le importa que inhale un poco de disolvente? Es que las máquinas éstas me alteran los nervios...
BR - Tranquila, es un test con preguntas pensadas para provocar una respuesta emocional. Conteste de forma sincera y recuerde que el tiempo de respuesta también influye en nuestra valoración.
(...)
BR - Un escritor de prestigio está promocionando su nueva novela y da una charla promocional en su universidad. A usted no le gusta su estilo ni su prosa, pero no deja de ser una figura reconocida. Al acabar su presentación se cuela en su aula como oyente y al acabar la clase, ante la mirada atenta de todos los alumnos, le entrega un ejemplar de su último libro autografiado,
La Noche del Ridículo. ¿Cómo reacciona usted?
Austercita - Le regalo un diccionario. Con la contraportada autografiada por mí,
of-course-my-darling.
BR - Viendo la televisión con su marido éste le comenta que ha pensado en apuntarse a un foro de ludópatas donde la gente practica juegos de farol y engaño. Casualmente, usted participa en dicho foro con un pseudónimo. ¿Le dice algo?
Austercita - ¿Uno de esos foros en los que tengo
thousands and thousands de admiradores o de los otros?
BR - Por favor, limítese a contestar las preguntas. Simplemente le plantea su opción personal de voto. Nada más.
Austercita - Mmmmm... aprovecho que no sabe quién soy para insinuarme y tontear con él, a ver cómo reacciona.
BR - De acuerdo. Estando corrigiendo trabajos de final de carrera sobre
"Enfermos mentales, mujeres y otras minorías marginales en la literatura congoleña" un alumno le presenta a Ignotus J. O'Ridley como paradigma de hombre masculino, librepensador y plural.
Austercita -
O-mai-got!! Ya veo que me tocará volver a principios de septiembre de mis vacaciones...
(...)
RESULTADO DE LA PRUEBA
REPLICANTE
Su olfato le llevó hasta el puestecillo ambulante de venta de fideos. Era la forma más barata de cenar algo caliente, siempre que tu estómago fuera capaz de digerir aquellos udon contaminados de radiaciones. Se sentó en uno de los taburetes metálicos, con el asiento acolchado por una espuma industrial que hacía años que había perdido su esponjosidad y cuyo recubrimiento de plástico aparecía rajado por varios sitios en los que el relleno asomaba y caía desmenuzado.
Miró las cisternas humeantes con comida. Yakisoba, udon, ramen... nunca entenderí por qué los japoneses le daban diferentes nombres a la misma mierda insípida con forma de fideos. Quizá antaño dichos nombres fueran justificados, ya fuera por el diámetro del fideo en sí o por la base de la elaboración, ya fueran de arroz o trigo, pero después de la Guerra Mundial Terminal todos los tipos eran la misma bazofia, sabían a contaminación y apenas aportaban ningún nutriente. Pero estaban calientes, y eso a veces era suficiente. Esta noche era una de esas noches.
Tomó con ambas manos el bol humeante de ramen, con las finas tiras de pasta flotando junto a algún otro cuerpo sospechoso y oscuro en un mar de líquido maloliente. Tomó unos palillos deshechables y comenzó a comer. El puestecillo estaba bastante concurrido, pues era la hora en que muchos rezagados aún se afanaban a abandonar sus puestos de trabajo, sin nada o nadie que les esperase en casa. Los demás respondían a sus cenas como él, en silencio, con cara de amargura y tristeza insondables.
Algo se movió junto a su pie. Instintivamente lo movió de forma brusca, apartando a una rata que se afanaba a devorar los restos de comida caídos al suelo por algún cliente previo. El agudo y ahogado grito de la criatura le confirmó sin necesidad de mirar que le había hecho daño. Era una auténtica lástima que alguien hubiera perdido el tiempo en diseñar y fabricar ratas eléctricas a fin de que el mundo no dejara de parecerse al de sus antepasados.
Con poco más que pescar en su bol dejó a un lado los palillos y comenzó a sorber ruidosamente aquel caldo amarillento y denso. Notaba como le escaldaba la lengua, como le engrasaba la garganta, como le provocaba nauseas al llegar al estómago. Frente a sus ojos en la pared interna del bol descubrió la oscura linea horizontal que marcaba hasta dónde había llegado anteriormente otra ración, anterior a la suya, y tras la que nadie se había afanado a limpiar el bol para su reutilización. ¿Cuántas raciones de fideos se habrían servido en el mismo bol sin haberlo lavado siquiera?
XOLO
Jugadores Muertos:Carlosmeme
Xolo
Austercita
Jugadores encarcelados:Manrico
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